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8 de marzo de 2013

The Secret Land, Robert Graves


Epona, Emily Balivet, sf.


Hay épocas en las que prácticamente me sobran las palabras, especialmente para comunicarme con aquellos que más quiero. Para mi suerte, puedo dedicar estos versos del gran Robert Graves a todas esas cómplices con las que de vez en cuando tengo la suerte de cruzarme, todas las que han estado, están y estarán presentes aún cuando no pueda estrecharlas en un abrazo. 
En esta ocasión, además, van dirigidas sobretodo a la persona que me ha recordado lo que en realidad significan.


The Secret Land

Every woman of true royalty owns
A secret land more real to her
Than this pale outer world:

At midnight when the house falls quiet
She lays aside needle or book
And visits it unseen.

Shutting her eyes, she improvises
A five-barred gate among tall birches,
Vaults over, takes possession.

Then runs, or flies, or mounts a horse
(A horse will canter up to greet her)
And travels where she will;

Can make grass grow, coax lilies up
From bud to blossom as she watches,
Lets fish eat from her palm.

Has founded villages, planted groves
And hallowed valleys for brooks running
Cool to a land-locked bay.

I never dared question my love
About the government of her queendom
Or its geography,

Nor followed her between those birches,
Setting one leg astride the gate,
Spying into the mist.

Yet she has pledged me, when I die,
A lodge beneath her private palace
In a level clearing of the wood
Where gentians grow and gillyflowers
And sometimes we may meet.

Robert Graves 


***


El Reino Secreto


Toda mujer de naturaleza regia
posee un reino que le es más verdadero
que este pálido mundo externo.

A medianoche cuando la casa permanece en silencio
deja de lado aguja o libro
y lo visita a escondidas.

Cerrando los ojos, ella improvisa
una cerca de cinco barras entre altos abedules,
salta por encima, toma posesión
Entonces corre, vuela cabalga
(un caballo al trote viene a recibirla)
y viaja donde quiere.

Sabe hacer crecer la hierba, y que los lirios
se abran de capullo a flor mientras observa,
dejando comer a los peces de su mano.

Ha fundado pueblos, ha plantado arboledas,
y consagrado valles para arroyos que corren
frescos a una bahía cerrada.

Nunca he osado interrogar a mi amor
sobre el gobierno de su reino,
o su geografia.

Ni la he seguido entre aquellos abedules
con una pierna sobre la verja
espiando en la niebla.

Pero me ha prometido, cuando yo muera,
un pabellón bajo su palacio privado
en un claro del bosque,
donde crecen gencianas y claveles
y a veces podamos encontrarnos.

Robert Graves



Versión en catalán, con traducción de Lucía Graves, cantada por Maria del Mar Bonet.


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