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1 de febrero de 2013

Imbolg

Kathy Ostman-Magnusen, The Mask, sf



Regresar a la tierra, tan gris como el invierno. Hace un frío terrible, dentro y fuera; un aire de indiferencia, de vacío, sopla incluso en el corazón de las conversaciones y las risas, se extiende como una niebla detrás de las palabras y, bajo un manto de silencio, araña incansable recuerdos que deberían ser cálidos, ansiando arrebatarlos, hacerlos suyos, devorarlos para siempre.

Hay noches largas, mañanas después de esas noches y tardes después de esas mañanas en las que se podría llegar a dudar de la promesa de la primavera. Si no fuera porque la primavera siempre llega, salgamos o no a abrirle la puerta. Si no fuera porque hay primaveras que nunca se van por completo: primaveras que nos habitan y abren puertas a la luz, contradiciéndonos.

1 comentario:

Kaerog dijo...

La primavera siempre regresa de la misma manera que se va, de improviso. Pero tanto viene como se va, su sentir se nota.