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30 de agosto de 2012

Los caminos del sol

Camille Seaman, The Big Cloud, 2012

Hace unas semanas necesité redactar una breve presentación... es un ejercicio que me resulta siempre difícil, en el que por lo general - y aún sabiendo que eso no es del todo correcto- acabo citando algunas de las cosas que he hecho y recordando algunas personas que son importantes para mí. Algo después de terminar con el trámite me di cuenta de que en el resumen de mi trayectoria en el camino, no había citado ni una de esas sombras voraces que me han perseguido, a veces, por años.  

De poco serviría aparentar que no han sido nada importante, gran parte de mi aprendizaje lo debo a  esas sombras gigantescas que asomaban en cualquier rincón gritando sencillamente los nombres del vacío y la eternidad, mostrando después la miseria en la que puede caer la humanidad y, de vez en cuando, sencillamente sosteniendo un espejo ante mis ojos. No es que no sean importantes, las sombras del camino están en cada palabra que pronuncio y en cada acción que realizo, si no se ven demasiado, es tal vez porque están en el lugar que les corresponde. 

Una de las cosas que me enseñaron es que es más efectivo - y tal vez más sabio- aprender a caer y levantarse rápido, con cierta naturalidad y sin hacer demasiado escándalo, que creer que somos tan perfectos y tenemos tanta razón que nunca vamos a tropezar. Que es más fácil vivir sin miedo cuando no importa perder que cuando estamos preocupados por mantenernos triunfantes e invictos. Y que contamos con más energía a nuestra disposición cuando nos mostramos tal como somos, que si tenemos que invertir parte de ella en sostener una máscara. 

La imagen que a menudo se evoca de los caminos solares es la de un espacio desértico dominado por un orden único, rígido y homogeneizador. Un sol abrasador, cuya luz ciega, que deja seca la tierra y la vuelve estéril, y que puede hacer lo mismo con las mentes y los corazones de aquellos que están bajo su influencia. Ciertos individuos se sienten identificados y buscan a toda costa convertirse en el líder que se sitúa en la cima de la jerarquía; pero muchas otras personas, tan desesperadas que quieren ser salvadas, se aferran al papel de sirvientes, e incluso al de esclavos, si es preciso.

Pero los caminos del sol son más viejos, más profundos, más sabios y amorosos que todo esto. Es fácil entenderlo si consideramos que los defectos que señalamos en un sendero o vía de conocimiento son, con toda probabilidad, pruebas del mismo que aquellos que lo recorren aún no han superado.  Todos los caminos del sol enseñan que, como el trigo, llegado a su punto álgido, el rey debe caer. Debe convertirse en alimento, entregarse, abandonar la corona, envejecer, morir, cruzar al reino de las sombras, ser desmembrado, perderse, y volverse a encontrar; reagruparse entorno a un núcleo esencial, y regresar al mundo de los vivos bajo una forma nueva, joven e indefensa, desnudo de cualquier antiguo privilegio, salvo el del ser. Y en todo este recorrido la tierra lo ve crecer, lo nutre y recibe sus restos en la oscuridad profunda y húmeda de la que volverá a surgir. Lo cierto es que tal vez más de la mitad del camino solar transcurre, bajo la tierra o bajo nubes de tormenta, entre las sombras maestras que han de irlo despojando de sus defectos ciclo tras ciclo.

Es necesario honrar a las sombras maestras, al peso de la decepción que destroza nuestras ilusiones a menudo que nos acercamos al conocimiento, a las espinas que rasgan nuestra vieja piel, en la que ya no cabíamos y permanecíamos atrapados, a los golpes terribles que derrotan nuestras resistencias y nos liberan de los miedos. A las heridas que se convierten en umbrales que cruzamos hacia una existencia que sencillamente no nos habríamos atrevido a imaginar. 
Tengo la impresión que en la actualidad, aunque se hable más de ellas, se tiene más miedo que nunca a estas viejas maestras, a tal punto que existe una cierta irreverente y prácticamente enfermiza compulsión por tratar de domesticarlas, de empequeñecerlas, de fingirlas, incluso de comprarlas y aplacar mezquinamente las exigencias que la propia alma levanta ante la intuición aún lejana de la auténtica presencia de las sombras. 

Resulta mucho más sencillo, sin embargo, disfrutar de cada detalle, mientras esto sea posible, vivir sin miedos y pagar el tributo de las sombras en el momento en que llega, sin pensarlo más de la cuenta; confiando en que aún cuando un universo entero deba perderse, otro surgirá en su lugar.


2 comentarios:

Kathy dijo...

Has hablado (escrito) con tanto atino, inteligencia, sabiduría o lo que sea; que me he quedado aturdida. Me ayudaste a entender tantas cosas y de una manera tan simple, me siento mejor. Gracias. Con tu permiso me tomé la libertad de copiar algunas de tus palabras textualmente en mi cuaderno (sin olvidar citar al autor) para releerlas en momentos de crisis. No me basta sólo con el acceso del computador, soy de la vieja escuela, prefiero los papeles y lapices a tinta. Gracias de nuevo.

Vaelia dijo...

Muchas gracias Kathy, disculpa la tardanza en responder, estuve fuera un tiempo. Adelante, todo lo que te sirva de aquí tuyo es. Recibe un afectuoso saludo.