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16 de agosto de 2012

La elección de un camino

Brent Cotton, Crossroads, 2007


No hace mucho un amigo joven cargaba muy orgulloso un ejemplar de "Las 48 leyes del poder", de Robert Greene; me presentó el libro como si fuera un desafío y observó  con atención - cómo no - mi cara de sospecha al ojear la lista de sentencias faltas de ética en su mayoría. Creo que lo decepcioné un poco al decirle que posiblemente valga la pena leerlo, aunque sea para estar prevenido. Estar informado, reflexionar un poco y tomar una elección consciente, teniendo en cuenta las posibles consecuencias. No se trata simplemente de avanzar por una senda preestablecida, sino de construir con el tiempo que nos ha sido dado una vida que podamos decir que fue nuestra.

He conocido a gente que se mueve por el mundo de esa manera, y no los envidio en lo absoluto. Eventualmente adquieren cierto poder, limitado al número de personas que pueden manipular a través del miedo o de la seducción, pero al mismo tiempo la mezquindad los reduce a esclavos o sombras, viviendo por y para la máscara. Pero muchas de esas "leyes", que no dejan de ser trucos y trampas, funcionan. Llevan siglos funcionando, aunque afortunadamente, no sobre todo el mundo.

A menudo permanecemos en la superficie, y rara vez nos preguntamos qué hay detrás o debajo, qué mueve o qué proyecta la imagen que ha apresado nuestra atención. Es común que desconozcamos, por ejemplo, cuál es el precio real de lo que compramos o dónde va a parar en la basura que generamos en nuestras casas. Sospecho que en gran medida este es el motivo por el que se ha podido perpetuar más allá de la lógica la existencia del sistema de consumo en el que actualmente vivimos: proyecta una ilusión asociada al bienestar, y la creemos a pesar de que la lógica nos diga que es insostenible.   

Cada persona debe escoger el sendero que va a seguir, aunque no exista de antemano un nombre para éste. Estoy convencida de que en el fondo, siempre sabemos lo que queremos, aunque no siempre sea cómodo o fácil de aceptar. Lo malo es que si insistimos en ir por un camino distinto, que no coincide con lo que realmente queremos, nos condenamos. 
Cuando me encuentro delante de alguien que aún tiene que hacer tantas elecciones, siento que sería un crimen tratar de conducirlo hacia un lado u otro, acotar antes de tiempo las posibilidades que se extienden ante sus ojos y que tal vez yo no alcance a ver. Pero también me doy cuenta de que me hago mayor, y eso implica que veo matices que antes no percibía, y que para alguien más joven deben ser difíciles de distinguir. Así que me limito a señalar aquello que es posible que pase por alto.

Hace tiempo escribí Tradición, conocimiento y ética, sobre cómo el hecho de que las cosas sean tradicionales o funcionales no es garantía de que sean también éticas o aconsejables. Aunque hay muchos caminos - dentro y fuera de la magia- que proveen resultados comprobables, cada uno de ellos nos llevará a unos lugares determinados, y moldeará de uno u otro modo nuestras existencias. Antes de seguir por ahí debemos plantearnos muy seriamente si el recorrido nos traerá el tipo de experiencias que queremos para nuestra vida.

Señalo esto porque de vez en cuando nos encontramos, por un lado,  algunas personas que parecen impelidos a gritar a los cuatro vientos que han encontrado la "fórmula del éxito", generalmente acumulando cosas, trepando con uñas y dientes en alguna jerarquía, o controlando a un grupo de seguidores. Y por otro, personas que no acaban de tener claro lo que quieren, o cómo conseguirlo, y bajo el auspicio de los primeros, acumulan consejos, libros, intentos fallidos y frustración.

Existe en la cultura que nos rodea una falta crónica de autoreferencia; queremos tal o cual cosa que vemos que otros tienen o hacen, pero raramente pensamos en su coste oculto, en cómo se siente la persona que lo está experimentando, independientemente de la imagen que nos llegue, y mucho menos en cómo nos sentaría a nosotros - una prueba más de que nos situamos antes en el mundo de las ideas que en el de las realidades materiales-.
Es importante tomarnos el tiempo necesario para reflexionar acerca de nuestras necesidades, objetivos y deseos, así como las opciones que tenemos para llegar a satisfacerlos. Ideas del tipo "el fin justifica los medios" pueden llevarnos por un sendero que despreciamos hacia algo que, en realidad, ni siquiera queríamos realmente. Es el tipo de pensamiento que lleva a alguien a estudiar una profesión "con futuro", aunque no le guste, y a conseguir un empleo estable haciendo algo que llegará a odiar, para perjuicio de sus clientes.

La importancia del camino no radica en que podamos equivocarnos a la hora de elegirlo, porque "elegir un camino" es una excusa, un truco lingüístico para calmar la mente. Como escribió Antonio Machado, en realidad no hay ningún camino, el camino se hace al andar. El camino es el recorrido que trazamos durante el tiempo que vivimos, y lo que importa no son tanto las metas a las que nos lleva, sino el modo en que experimentamos cada paso.

Aunque puede sonar ingenuo, después de probar muchos métodos lo que me ha funcionado mejor ha sido detenerme en cualquier momento de mi cotidianidad, en el metro atestado de gente, de paseo por el parque, limpiando la casa o incluso después de un mal día, y preguntarme, a modo de confesión, qué tan feliz me siento en realidad, y si estoy usando mis recursos en cosas que tengan sentido para mí. 
Debo decir en mi favor que en los últimos años he mejorado mucho en la cuestión de tomar decisiones que me lleven allí donde quiero estar. Permaneciendo atenta a esta cuestión tan básica, puedo identificar cuando se produce un desajuste, y sé que tengo que encontrar la manera de que las cosas recuperen un tono adecuado a la gama que elijo experimentar.

En ocasiones me cuesta entender las decisiones que otros toman, pero no tengo nada que cuestionar si están haciendo con ellas lo que realmente quieren hacer. Me entristece un poco, eso sí, las personas que transitan los múltiples senderos de la amargura y la infelicidad para acumular cosas que ni necesitan ni disfrutan. Pero entiendo que, de alguna manera, también ellos hicieron su elección.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por el artículo, me ha gustado mucho. Sobretodo cuando escribes sobre la necesidad de autoreferencia y los caminos que no tienen nombre pero que son auténticos, con éxitos y fracasos incluidos.

Vaelia dijo...

Muchas gracias, Melina. Creo que llegar a reconocer el auténtico valor de esos caminos sin sombre es una parte importante del aprendizaje que suele pasarse por alto, pero que esconde grandes verdades.