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22 de marzo de 2012

Cuaderno de campo para brujas




Muchos paganos sostienen la imagen del "Libro de las sombras" como una herencia que se pasa de generación en generación, dentro de un grupo familiar o de un coven, y que contiene las fórmulas, recetas y procedimientos practicados por el mismo. Partiendo de esta idea muchos neófitos - y no tan neófitos- gastan sumas considerables en libros de hojas blancas, bellamente encuadernados, para llenar con sus primeros apuntes, o con los primeros resultados positivos de su práctica. Se arguye al respecto que es preciso llevar un registro de nuestra práctica mágica.

Sin embargo, por más que contenga "secretos" de un número reducido de personas, el grimorio es un instrumento pensado para compartir, esto es, para que otros lo vean. La idea del Libro de Sombras que en el fondo tenemos es la de algo terminado, que ya no precisa de correcciones, que no contiene errores. Con lo cual, los más confiados llenan hojas y más hojas, y los más temerosos dejan pasar semanas, meses e incluso años antes de estropear con una caligrafía inapropiada el sagrado papel. Es más, en los tiempos que corren incluso el Libro de Sombras es un elemento del que incluso se pretende en más de una ocasión - como ocurre con otras herramientas supuestamente destinadas al trabajo mágico-, presumir un poco.  

Se mire como se mire, lo cierto es que se requiere de muchos años, de un recorrido previo, antes de poder pensar en un proyecto de grimorio. El Libro de Sombras debe ser una selección de lo mejor de nuestras cosechas, y si realmente pretendemos legarlo a futuras generaciones, la validez de su contenido debe ser capaz, cuanto menos, de sobrevivir a varias décadas de nuestra propia existencia. 
Esto no significa que debamos esperar para empezar a escribir el registro de nuestras experiencias, prácticas y aprendizajes, lo cual es siempre recomendable - e incluso necesario - sino que para empezar con esta tarea necesitamos otro tipo de soporte, con menos pretensiones, por ejemplo una libreta cualquiera. 

Tengo la sensación de que el aprendizaje y la práctica mágica se abordan por lo general con un exceso de idealismo que tiene por resultado, antes que descubrir lo que realmente está ahí, confirmar aunque sea débilmente lo que esperábamos encontrar de lo cual deriva mucha frustración mal digerida. Personalmente gusta hacer referencia al cuaderno de campo por el vínculo que éste tiene con la labor de observación directa e investigación, que es - o debería ser- una parte importante del aprendizaje de un buscador.

En el camino del desarrollo personal, pero también en el propio de la práctica mágica, el principal sujeto de estudio es el que encontramos cada día al mirarnos al espejo. No se trata de una cuestión egótica, sino precisamente de trascender la imagen creada y asumida que tenemos de nuestro propio yo para empezar a comprender de qué estamos hechos, cómo funcionamos, cuál es nuestro lugar, de qué modo interactuamos con nuestros semejantes, con la naturaleza, con ese universo del que somos una ínfima expresión consciente e individualizada. También somos el principal y único sujeto de experimentación y la única área de la realidad humana en la que tenemos pleno derecho a incidir (esto es, el trabajo de cambiar a otros no nos incumbe).

Teniendo el material de estudio y experimentación tan cerca, el trabajo de conocerse a uno mismo puede parecer fácil, y el de realizar cambios conformes a nuestra voluntad en nosotros y nuestras vidas, una tarea poco relevante - quizá planeábamos en exorcisar malos espíritus y levitar presos de arrebatos místicos... - pero lo cierto es que, toda vez que mejoramos de manera sólida aspectos relevantes de nuestra existencia y posiblemente de la de aquello que nos rodean, este trabajo nos abre una ventana para asomarnos a la realidad y empezar a verla como antes no la hubiéramos podido imaginar.

En esta tarea, el cuaderno o libreta es, posiblemente, la herramienta mágica más efectiva con la que contamos, en primer lugar porque nos permite establecer una disciplina, dar seguimiento a diferentes aspectos de nuestra vida, observar los resultados de nuestras prácticas y realizar una serie de ejercicios que requieren de la escritura. Una simple libreta escolar puede convertirse en un arma muy poderosa cuando somos capaces de emplearlo como un espejo, como un círculo u espacio sagrado y seguro en el que nos encontramos con los aspectos más difíciles de nosotros mismos, aquellos que quisiéramos que nadie viera, y a los que no nos hace demasiada gracia encontrar, el lugar donde escribimos acerca de lo innombrable, y donde nos expresamos con la mayor crudeza y sinceridad no para un hipotético público, sino para nosotros mismos.

Descubrí lo que era el "trabajo con cuaderno" a raíz una crisis personal, tenía poco que perder y decidí empezar a poner en práctica de manera organizada y sistemática un puñado de esas cosas que todos sabemos y por eso no les hacemos nunca demasiado caso. Para mí, el trabajo con cuaderno se ha convertido un método práctico y efectivo de aprendizaje y hacer mágico, una estructura que permite la incorporación de distintos ejercicios dependiendo de las necesidades de cada persona y cada momento.  A pesar del éxito inicial en los primeros 3 meses, quise esperar un tiempo prudente - más o menos un par de años -, antes de empezar a escribir al respecto en una serie de artículos que se irán publicando en el nuevo proyecto Ouróboros ABC.

Vaelia / Ouróboros ABC, 2012


*Ilustración: del libro "Cuentos mágicos de brujas", por Carmen Gil y Sara Rojo, Timun Mas, 2004.

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