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5 de noviembre de 2011

Una tradición del Día de Muertos

El pueblo de Ocotepec (Morelos, México) es conocido por su celebración tradicional del Día de Muertos. En el marco de estas celebraciones, las familias preparan grandes ofrendas (que reciben el nombre de "Ofrendas Nuevas", para aquellos parientes que han fallecido a lo largo del año, esperando su regreso a casa.


La tradición de las "Ofrendas Nuevas".

Con el fin de que los espíritus encuentren el camino de vuelta se decoran las entradas de las casas con carteles de bienvenida al difunto, y trazan caminos con velas, lámparas de papel y flores - especialmente cémpasuchil - hasta el altar familiar.




El altar del difunto consta de una mesa en la que, a modo de cama, se depositan las ropas del fallecido, como si las vistiera, y en el lugar donde reposaría la cabeza se coloca una calavera decorativa. Este lecho se rodea de velas y flores, y también se decora la cabecera.
A los pies de la cama se coloca una foto del difunto y se extiende la ofrenda; velas, incienso y flores, junto a los alimentos y bebidas que en vida fueron los preferidos de la persona a la que se dedica el altar.



En las casas que presentan ofrenda, la puerta permanece abierta como una invitación a los transeúntes a entrar y se les recibe con café, ponche de frutas, pan de muerto o tamales. Los visitantes, a su vez, llevan velas para el difunto.


Respeto.

En una celebración tradicional abierta al público es de imaginar que confluyen diferentes creencias y puntos de vista. Algunos sectores reivindican que no deben mezclarse estas celebraciones con los elementos propios del "Halloween estadounidense", sin embargo, al mismo tiempo, en la iglesia del pueblo pueden verse calabazas decorativas de procedencia inequívoca. Pero antes de caer en discusiones estériles acerca de sincretismos, eclecticismos, o posibles contradicciones, se puede concluir que se trata de una petición general de respeto por el lugar, sus habitantes y sus costumbres.

Creo que es importante remarcar que el hecho de que el Día de Muertos en México tenga cierto carácter festivo, no lo convierte en un carnaval. Más bien remite a aquellos momentos en los que, al perder a uno de sus miembros, las familias se reunen y recuerdan sus historias y anécdotas, así como las de aquellos que se fueron antes que él. Cuando todo un pueblo se agrupa para honrar a los que han partido durante el último año, las historias compartidas por las diferentes familias van tejiendo la historia del lugar, y mantengan la cohesión de la comunidad.

Todos los que hemos perdido a alguien sabemos que en medio del dolor que supone su ausencia, puede surgir el recuerdo de una ocurrencia de la persona, una aventura, un viejo chiste que nos arranca una sonrisa, o incluso una carcajada. Honrar la memoria de los que han partido no requiere ser lúgubres, pero tampoco debería admitir demasiadas banalidades. Del mismo modo, aunque no deberíamos temer a la muerte, tampoco es conveniente frivolizar en exceso al respecto. La celebración de este tipo de fechas clave es una manera de conectar con un legado y tomar conciencia de aquello que se honra.

En las calles de Ocotepec contrastan tristemente dos imágenes: Por un lado, la solemnidad de las ofrendas, con la imagen del difunto reciente, las familias que los custodian y nos dan la bienvenida; Por otro, lamentablemente, la basura que se acumula en las calles y el escándalo de aquellos que hacen fila para participar del banquete - a cambio de un cirio, como si fuera un acto más de comercio- sin pensar siquiera en el hecho de que están entrando en una casa que no es la suya, donde se recuerda la ausencia de un ser querido; un padre, una madre, un hermano, un amigo que podrían ser los nuestros - y, de hecho, algún día lo serán, aunque no estemos para verlo y nos cueste hacernos a la idea-.

No es "el Halloween" lo que resulta tan molesto, los disfraces o las calabazas que, en el fondo, remiten a un tipo de celebraciones tradicionales análogas, sino esta falta de conciencia, de pasar sin ver y sin sentir, de ignorar la sustancia y pervertir el rito, sin importar a que creencia pertenezca éste. Del mismo modo que la espiritualidad es independiente de la religión, la sacralidad es independiente de las formas concretas en las que se codifica como una llamada de atención para que el transeúnte despistado la pueda advertir. Es algo que debería tenerse presente en cada una de nuestras ceremonias y celebraciones, el espíritu que las anima y les da un sentido.



En Ocotepec las familias ponen todo su esfuerzo en preparar las ofrendas y en atender a los visitantes, incluso cuando son extraños y foráneos. Por ello merecen no sólo respeto, sino un sincero agradecimiento. El visitante que va Ocotepec no acude a una discoteca; debería mantener un ánimo tranquilo, detenerse con respeto en las ofrendas que se visiten y hacer lo propio del hecho de estar allí: honrar la memoria del difunto que, en espíritu, regresa al casa. En las calles del pueblo puede adquirir las "ceras" o los cirios propios del lugar, que llevará a cada ofrenda, y también se pide, para evitar la acumulación de basura, que conserve su vaso de casa en casa. Obviamente no debe aceptar aquello que le ofrezcan si no lo va a consumir, y pedir permiso a los familiares si quiere realizar fotografías.


Otras ofrendas

Este altar estaba en una casa del pueblo de Ocotepec, como la leyenda superior indica, está dedicado "A los 50 mil muertos de la guerra que no pedimos" y aunque por su tipología requiere un espacio parte, no quería dejar de reproducirlo.



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