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20 de julio de 2015

Antecomienzo





No detenerse.
Y cuando ya parezca
que has naufragado para siempre en los ciegos meandros
de la luz, beber aún en la desposesión oscura,
en donde sólo nace el sol radiante de la noche.
Pues también está escrito que el que sube
hacia ese sol no puede detenerse
y va de comienzo en comienzo
por comienzos que no tienen fin.

José Ángel Valente


Llevaba semanas sorteando las lagunas de mi memoria en busca de estos versos, que en su día publicó en su blog una de mis más antiguas compañeras de camino y que desde entonces, de forma nebulosa, me ha acompañado a lo largo de los años. Con movimientos así de sutiles se gestan los cambios vitales, cuando una parte de nosotros decide que hay algo en el panorama que no cuadra, que ya no funciona, que nuestros esfuerzos se empeñan en llenar un vaso vacío y empezamos a desgastarnos. Algo por dentro se da cuenta y da la voz de alerta, que demasiado a menudo desoímos. Entonces se vuelve insistente, nos lanza imágenes, recuerdos, ideas como alguien que estuviera lejos y tratara de captar nuestra atención haciendo señales desesperadas. Yo siempre la imagino como mi reflejo, al otro lado de un río, a la otra orilla de un lago. La llamo "la del plan B".

Así se asoma a mi vida, cansada de tanto esfuerzo inútil, de tanta distancia respecto a lo que en realidad importa. Deja en mis manos los versos, copiados a mano durante la que recuerdo como una de las épocas más difíciles de explicar de mi existencia, en el grimorio más efectivo con el que he trabajado nunca, que no es otro que el primero de los cuadernos que empecé a escribir para sacarme a mí misma del cúmulo de tremendas situaciones en las que, sin saber muy bien cómo, acabé atrapada. Releo sus páginas y me encuentro a mí misma solucionando situaciones de maneras increíbles, por no decir mágicas. No fueron precisamente la clase de días felices que aparecerían en un anuncio, pero lo cierto es que hubo tantos buenos momentos como terribles amenazas, y las mejores compañeras de aventuras. Allí, por supuesto, no podía faltar "la del plan B" dirigiendo la función, poniendo a prueba sus habilidades y pasándoselo en grande a la mínima ocasión. Si le hubieran dicho que al día siguiente la ejecutarían, hubiera improvisado una fiesta para esa misma noche, y  tratado de escapar de buena mañana.

Pero las cosas no fueron tan mal, así que en cuanto se normalizó todo cada una volvió a su correspondiente orilla. Y cuando las cosas volvieron a ir mal, ya no quise escucharla más. En un tiempo sin reglas, en el que todo había caído, en un momento sin nadie a quien dar explicaciones, sus planes podían funcionar, pero no en mi nueva realidad. Llené su espacio con una miríada de ocupaciones, con cosas que responder a quienes quisieran preguntar. Llené mi tiempo tal vez sólo en un intento disimulado de procurarme un escudo efectivo ante la inquisición de familiares, conocidos, entrevistadores de trabajo, y por supuesto de mi propia desaprobación. Y aunque nunca he podido vincularme a un proyecto en el que no creyera, puede que no los haya disfrutado tanto como podría haberlo hecho de no estar escapando de mi misma en mi huída hacia "lo correcto". 
Ahora ese camino me deja una vez más agotada en un callejón sin salida, yo quisiera haber respondidido un bien domesticado "sí, claro"...  pero "La del plan B" se me adelanta, grita un "no" por mi boca, me sonríe cómo si le debiera la vida y se esfuma dejándome el cuaderno en las manos como una invitación a recordar que, contra todo pronóstico de mi censor interno, hay otras maneras de hacer las cosas.

Si no puedo rendirme por un lado, tendré que rendirme por el otro. Así que aquí estamos de nuevo, en el "antecomienzo", rodeada de los escombros de mi enésimo intento frustrado de autodomesticación, con las manos vacías, observando cómo se eleva ese sol radiante de la noche, pidiéndole que rija cada uno de los días que me quedan por vivir. Deseando - es hora de reconocerlo-  dejar de ser yo el pálido reflejo de esa bruja de pelo enmarañado que me habita y se asoma de vez en cuando a ver si ya estoy lista para reunirme de nuevo con ella.


3 comentarios:

maria eugenia dijo...

Vae genial ,como siempre me fascino.

Christian Kell dijo...

Esos momentos en los que piensas si saltar de un puente o temes que una vez más el destino te la juegue haciendo que caigas en un camión lleno de colchones...

Anónimo dijo...

quiero saber más de esa existencia tan difícil de explicar :)

rebeccah