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6 de julio de 2013

La locura


Emma Hauck, Carta a su esposo, 1909

Emma Hauck, con 30 años y dos hijos - de cuatro y dos años-, fue ingresada en febrero de 1909 en el hospital psiquiátrico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), con un diagnóstico de demencia precoz (esquizofrenia). A pesar de haber obtenido el alta, debido al deterioro de su condición volvió a ser internada pocas semanas después. En agosto del mismo año, se consideró que su rehabilitación no sería ya posible, y fue trasladada definitivamente al asilo de Wiesloch, donde murió en 1920.
Emma escribió una serie de cartas, todas dirigidas a su marido ausente. Los textos se amontonan en cada página, sobreescritos hasta volverse ilegibles. En ellos se puede leer "Cariño, ven" una y otra vez, de vez en cuando alguna frase suelta, otros sólo repiten "Ven, ven, ven". A pesar de la desesperación con la que fueron escritas, ninguna de estas cartas fue entregada a su destinatario: Se conservaron en los archivos del hospital de Heidelberg, y posteriormente pasaron a formar parte de la Colección Prinzhorn. Según los registros médicos, la paciente buscaba a través de estos escritos una conexión con su hogar, con su antigua vida; sin embargo, Emma nunca pidió un encuentro real con su esposo.

Ya dejé caer en el último post que es en los momentos más luminosos cuando hay que honrar a las sombras, propias y ajenas, recordando invitarlas al banquete de nuestros bienes presentes, y entregarles la parte que en justicia merecen; para no haber de lamentar después la irrupción súbita de su ira en nuestras celebraciones...  Las cartas de Emma son prácticamente lo único a lo que pude encontrar sentido en aquella visita al MACBA donde, dicho sea de paso, nunca me pareció que fuera el lugar donde debieran estar. Tal vez por eso algo de ellas se quedó para siempre conmigo: la obsesión desesperada de Emma se convirtió en mi imagen de la la locura como desgracia, el otro lado de la inocencia, el infierno interior.
Debido a esto, cuando las personas llaman "locas" a otras personas, o incluso a sí mismas, de vez en cuando un relámpago cruza mi mente y me recuerda lo dolorosamente imprecisas que pueden llegar a ser las palabras. Cierto es que, en este punto, la discusión podría volverse eterna, entre lo que unos dicen y lo que otros quieren interpretar, y viceversa. Personalmente he llevado siempre conmigo el recuerdo de Emma Hauk y sus cartas porque, de algún modo, siempre me pareció algo que no estaba tan lejos, que era una de esas madrigueras de conejo por las que por desgracia en ocasiones perdemos a aquellos a quienes amamos, o incluso podemos llegar a perdernos a nosotros mismos.

A veces regresa a mi mente la memoria borrosa de algo que leí hace tiempo y que venía a decir que la locura es un saco diseñado por aquellso que tienen poder  para meter aquello que, de una u otra forma, con razón o sin ella, molesta. Algo que no está tan lejos de lo que la brujería fue en otros tiempos y de vez en cuando es aún en la actualidad. Otras veces camino por la calle preguntándome por la supuesta "cordura" de aquellos que pasan a mi lado, y juego a imaginar en que proporción serán "normales" y cuánto espacio quedará en ellos para ser "otra cosa". 
Y muy a menudo pienso que demasiadas cosas no tienen más locura que aquellos prejuicios que nuestro miedo proyecta sobre ellas. Porque lo cierto es que el sufrimiento que imagino en las cartas de Emma Hauck me parece mucho más cercano al de aquellos que se afanan en llevar una "vida normal" (siguiendo en la medida de lo posible los modelos establecidos, con esas excepciones toleradas que son la confirmación de toda regla),  que al precio que otras personas pagan por respetar el trazo natural de sus pasos por esta vida.

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