Mientras buscaba imágenes para conmemorar el 8 de marzo,
Día de la Mujer, encontré por casualidad uno de los carteles del Congreso
Internacional del Sufragio Femenino, celebrado en Budapest en 1913. En el
cartel se puede ver a un Atlas encorvado bajo el peso del mundo, y a una mujer
que empieza a rodear el globo terráqueo con sus manos, dispuesta a ayudarlo con
la pesada carga. Personalmente creo que es la imagen más lúcida que he visto en
relación a las cuestiones de género, debido a que no habla de derechos, sino de
responsabilidades y no habla de lucha, sino de colaboración.
Creo que parte de ese espíritu que implicaba no sólo una
mejora de las condiciones femeninas, sino una integración de la visión femenina
en el mundo, se ha perdido en el camino. El Sistema patriarcal ha logrado
reformularse y fortalecerse a cambio de la concesión de un puñado de migajas.
Nos ha enredado, dándonos la razón como a los locos o a los tontos, ahogando
las reivindicaciones en el océano turbio de la corrección política. Y esto es algo
que podemos constatar cuando en una empresa se celebra el día de la mujer
regalando un cactus de escritorio a empleadas, a las que se sigue despidiendo
por quedarse embarazadas.
Vivimos en un sistema injusto, pero me parece una terrible
hipocresía achacar toda la culpa al género masculino, a los hombres en general;
cuando el género femenino, las mujeres, han colaborado en la construcción y
mantenimiento del mismo tanto desde su pasividad, como desde sus restringidas
áreas de poder. Olvidamos con frecuencia que el individuo masculino sufre
también los abusos del sistema patriarcal y que el desmantelamiento de un sistema
basado en el abuso favorecería a ambos géneros por igual. Olvidamos que buscar
una alternativa viable, no es una cuestión "de la mujer", sino de la
humanidad.
La llamada "guerra de sexos" que enfrenta a
hombres y mujeres como históricos enemigos, es una herramienta ideal para dispersar las fuerzas que
posibiliten un cambio real, un cambio
que vaya más allá de las apariencias para modificar las estructuras que
sostienen la sociedad. Tal como sucedía al hablar de la defensa del Medio
Ambiente, nos encontramos con una oficialidad mediocre, que busca quedar bien
antes que aportar verdaderas soluciones, que prefiere el maquillaje, antes que
la transformación. Que neutraliza en vez
de potenciar.
Pero para que pueda haber un cambio desde las instituciones, es
necesario vencer la inercia del sistema a través de una renovación de valores. Pero hay que tener en cuenta que, debido a la educación que
hemos recibido o a la cultura en la que hemos crecido, estos nuevos valores son en ocasiones difíciles de integrar ya en nuestra individualidad. Incluso en círculos de activismo por los derechos de la mujer,
o en entornos femeninos supuestamente espirituales, podemos encontrar personas
convencidas de que el fin justifica los medios, y no importa a quien se lleven
por delante, a cambio de asegurar sus intereses. Por más que esto se maquille
adoptando símbolos o discursos femeninos, en el fondo lo que encontramos es una
aceptación y defensa de los valores del sistema patriarcal, que emplea a la
imagen de la mujer como excusa, y que de esta manera se refuerza, como un virus
que muta.
Algunas personas no se toman demasiado bien que hable de
la inexistencia de un Matriarcado histórico tal como fue definido por los
teóricos del siglo XIX. Creo que no han entendido aun lo que esto significa;
que no se trata de volver a ningún pasado dorado, que posiblemente no existió,
sino de hacer una verdadera aportación en nuestro turno, en el presente, y
ayudar a construir una sociedad más humana para todos, como no la pudo haber
antes.
Por estos motivos no podemos permitirnos el lujo de caer en
provocaciones que nos lleven a batallas estériles, pero tampoco el de
conformarnos con cualquier premio que se nos dé para que dejemos de quejarnos,
esto es, para silenciarnos; del mismo modo que algunos callan las quejas de los
niños con un dulce. Será necesario mantenerse alerta y poder ver más allá de
las apariencias si no queremos acabar reforzando aquello que quisiéramos
transformar (o que decimos que queremos transformar), y también ir tejiendo una alternativa a aquello que
queremos derrumbar.
Pero antes que nada, habrá que tener en cuenta que absolutamente todo en este camino empieza
desde dentro, desde nuestra individualidad. Tomando conciencia de qué actitudes
premiamos o castigamos, en nosotros y en los demás, y comprobar si esta
respuesta más o menos automática está en concordancia con nuestros valores.
***
Esta fue mi reflexión para la trilogía de Encrucijada Pagana dedicada a los movimientos de espiritualidad femenina. Podéis descargar los audios desde Ivoox.
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