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29 de septiembre de 2015

Lo Oculto

Lucien Lévy-Dhurmer, Portrait of a young woman, sf

Puede ocurrir en cualquier momento, aunque a menudo sucede cerca de los equinoccios que anuncian la llegada de la época oscura y luminosa del año; derrepente nos damos cuenta de que en un descuido hemos perdido algo por el camino, que quizá nos hemos dejado algo demasiado importante atrás. Una parte de nosotros se ha cansado de que tiráramos de ella hacia ningún lugar y ha aprovechado nuestra falta de atención para escapar porque, al menos, ella tenía claro a dónde quería ir. 

Repentinamente espantados percibimos que algo importante ya no está ahí, y de paso nos damos cuenta de lo cansados que estamos, de las mil maneras en las que nos hemos forzado más allá de lo aceptable o dejado caer en la apatía, y nos invade el deseo de reencuentro con nosotros mismos, la necesidad de volver a "casa", de "reconectar"...
Otras veces poco tiene que ver con lo estacional, puede que hayamos estado demasiado tiempo encerrados en una habitación concreta de nuestra mente, tratando ciertos temas, y es hora de abrir las ventanas para que entren el aire y la luz y nuevas ideas y formas de ver las cosas. O bien puede que hayamos estado pidiendo/exigiendo peras a los olmos hasta que tras acumular mucha frustración terminamos por aceptar que los olmos son lo que son y ni dan peras ni  las pueden dar, y que, por otra parte, posiblemente nosotros no necesitamos peras para nada.

Sea como sea, en un momento de lucidez decidimos romper con nuestra obcecación, inercia o letargia y dejarnos guiar por las señales que marcan el camino al lugar seguro en el que podremos recuperar aquello que ahora sentimos ausente, recuperándonos a cada paso. Los procesos de desgaste y renovación se repiten cíclicamente en nuestras vidas, y al final uno termina por tener sus propios trucos para no perder del todo el hilo de su existencia... 

Mi último extravío se veía venir, y no me pilló tan desprevenida. Hacía falta mucha limpieza, incluso es posible que algo más de lo habitual en estos casos, pero con la mera limpieza no basta. Es necesario también algo de inspiración, algo distinto a nosotros, que no esté demasiado desgastado - ni saturado por los efectos del filtro instagram-, un diálogo para poner a circular las ideas. 

Por esto decidí recuperar "Lo Oculto", de Colin Wilson; un ensayo publicado en 1971 que defiende que tras fenómenos considerados paranormales se encuentra un cúmulo de potencialidades del ser humano y su conciencia. A lo largo de esta obra, Wilson relata una muy personal  "historia de la magia", y emplea detalles biográficos de personajes como John Dee, Dion Fortune, Cagliostro, Crowley o Agripa, además de abundantes citas y documentación de otros personajes históricos. 

Escogí este libro para recuperar el hilo de mi relación con lo oculto porque era una recomendación común dentro de algunos círculos en los que me moví hace años, y me apetecía reencontrarme con él a la luz de un sentido de la crítica más desarrollado de lo que por aquel entonces se consideraba apropiado. Algo maravilloso de los libros es que nos permiten ser más receptivos y pacientes de lo que tal vez lo seríamos si aquellos que los escribieron nos hablaran directamente, aún contándonos las mismas cosas. 

Tal como sospechaba, en muchos aspectos no puedo estar más en desacuerdo con Wilson, que - como muchos otros autores- parece haber construido su "historia" tomando  hechos y documentos sueltos y ordenándolos a su gusto, como ejemplos ilustrativos de un discurso subjetivo (por no hablar de lo machista, o de la manía que demuestra al politeísmo). Sin embargo Lo Oculto es también una interesante miscelánea de temática oculta y personajes, y aunque de lo que cuenta personalmente me creo a penas una cuarta parte, está bien contado. Por supuesto, nadie le quita los documentos y las cuestiones planteadas (aún cuándo las respuestas ofrecidas no nos satisfagan), y alguna que otra cosa con la que sí estoy de acuerdo, como el fragmento que sigue, que tiene que ver, en parte, con la reconexión de la que hablaba más arriba;

"El problema del hombre no es su incapacidad para alcanzar la concentración con la que podría sacar máximo provecho a sus poderes, sino su ignorancia sobre lo que dicha concentración es capaz de conseguir. Y esta noción deriva en una formulación de vital importancia: el "ocultismo" no es un intento de descorrer el velo de lo desconocido, sino simplemente el de la banalidad que llamamos "presente".

El mecanismo básico para conseguirlo es muy simple. Por lo general soy un hombre "encerrado en mí mismo". Si no tengo nada en especial que hacer , simplemente permito que mi mente divague; suelo pensar en algún cotilleo, o intento recordar las palabras de alguna canción popular; puedo meditar sobre alguna preocupación o resentimiento, o acerca de un programa que vi en la televisión la noche anterior. Yo elijo la finalidad con que utilizo mi consciencia. Podría decir que la consciencia es como una caja, y que yo determino lo que coloco en su interior.

Ahora supongamos que estoy dando un paseo en Lake District. Contemplo un paisaje impresionante, pero a través de una especie de velo, el velo de mí mismo y mis triviales preocupaciones. Estoy permitiendo que las imágenes se asocien a "vibraciones" mediocres.

Consideremos ahora lo que sucede si el paisaje que contemplo se relaciona con una vibración más profunda. Supongamos, por ejemplo, que mientras admiro los páramos que circundan Haworth Parsonage la imagen me hace pensar en Cumbres Borrascosas y la tragedia de las Brontë. ¿Qué sucede cuando experimento la repentina vibración de la gravedad? Simplemente que soy rescatado de mi visión personal y limitada de la vida, una visión comparable a la que tendría un gusano desde la tierra; sucede que recuerdo que la vida es mucho más grande, más excitante, más importante, más trágica de lo que había percibido. En realidad, yo lo "había sabido" siempre, pero me había permitido "olvidarlo".

El arte funciona así: nos rescata de la trivialidad que nosotros mismos elegimos, esa trivialidad a la que tan proclives somos; se parece a una nota grave de órgano que nos pone los pelos de punta y provoca un escalofrío que nos recorre todo el cuerpo. Nos "alejamos" de la vida como una cámara que realiza un plano general con un gran angular. Sencillamente tomamos consciencia de más realidad que antes. (...) "
 Lo Oculto, Colin Wilson
Arkano Books, Madrid, 2006

24 de septiembre de 2015

Otra vez



The goat of Vence, Marc Chagall

El equinoccio de otoño llega como un viejo amigo que no esperamos, pero un día toca a la puerta, y al abrazarlo nos damos cuenta de lo mucho que lo hemos extrañado; de la falta que nos hacía… Cada otoño es, en cierto modo, un regreso a casa, un retorno por el camino de cabras a esta solitaria cabaña desde la que yo escribo con ánimo de apaciguar los demonios que pueblan mi mente. No quisiera librarme de ellos por miedo a perder también la compañía de sus relatos, que brillan y danzan como las llamas del fuego en estas noches cada vez más frías y largas.

Años atrás, y aún hoy de vez en cuando, se oye hablar de aquellos que escuchan en algún momento “la llamada”, como un susurro que tira de nosotros el otro lado de los límites establecidos por nuestra cotidianidad, una necesidad que irrumpe para empujarnos a la búsqueda de algo que a penas intuimos con algún sentido recién descubierto. Cruzamos un umbral sin nombre, para andar el serpenteante camino que no lleva a otro lugar que a nosotros mismos, una y otra vez. 

Mi búsqueda personal me ha aportado más dudas que certezas, y tal vez incluso más decepciones que alegrías, pero no renuncio a ella. Algunos entenderán por qué seguimos buscando por tierra, mar y cielo, entre lo que reluce bajo el sol y lo que se oculta en las sombras. Algunos entenderán que al final sólo queda la búsqueda, y todo lo demás en derredor se apaga consumido de las llamas, imágenes y nombres que pierden el sentido cuando revelan lo que ocultaban… Y cuando abrimos de nuevo los ojos hay que dar demasiadas explicaciones – ya no a los demás, sino a nosotros mismos. 

Muchas de esas explicaciones resultan bastante insatisfactorias, pero aquí estamos. Escribiendo para apaciguar demonios, dejando un rastro de pesadas letras en el camino hacia el otro lado del espejo.