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23 de diciembre de 2013

Un fuego para las noches largas


Este es todo el fuego que necesito para la noche más larga, y para todas las noches largas que habrán de llegar.  Aquí está todo el calor, toda la luz que requiero para volver a poner en marcha un Universo cuando el que ahora habito se apague, y desfallezca, y se rompa como un cascarón o se desprenda como una vieja piel, y abra paso a lo nuevo... Lo nuevo que siempre llega, una y otra vez, del mismo modo que las olas alcanzan la playa.

Este fuego contiene todo cuanto necesito; es una semilla sembrada en el Reino Bajo Tierra, cobijada por el manto denso de lo oculto, nutrida por los restos de lo que un día fue y ya no será más.

Volverán las primaveras, los veranos, los otoños, y los mismos inviernos a desfilar, majestuosos, por bosques y campos, con trajes bordados de dorado calor o plateado frío, con coronas de flores pálidas, de hojas verdes o rojizas, con cetros de ramas ornadas de rocío o escarcha... Pero bajo su paso regio esta humilde llama - nacida de lo imprevisto, pero hija de un fuego más antiguo que las propias estaciones-, permanecerá dando aliento y latido desde la profundidad insondable de la que emerge, como de una fuente inagotable, la confianza capaz de mirar al miedo a los ojos y desterrarlo con una sonrisa. 

17 de diciembre de 2013

Llegando al corazón del Invierno



Echaba de menos volver al camino de cabras... Algo desvencijado por la larga ausencia, sigue siendo un lugar en el que puedo recuperar la paz. Llego después de una gripe intensa, que ha conseguido obligarme a guardar cama, y de paso a hacer también una buena limpieza mental y emocional.

Aunque para mí los años empiezan en Septiembre, hace semanas que recuerdo que hace a penas doce meses me preparaba para mi regreso a Barcelona con el ánimo del exiliado que, en un abrir y cerrar de ojos, se sabe condenado a perder todo; todo lo que ha levantado con su esfuerzo, todo lo que ha configurado su mundo, y todo lo que había amado. Acostumbro a suavizar las patadas que me da la vida, pero creo que los que me acompañaron en aquellos tristes días pudieron ver mi alma hecha jirones... Y sin embargo, debo decir que gracias a ellos, gracias a su amabilidad y su aliento; aquellas últimas semanas en México defendieron, orgullosos, una belleza propia, innegable, y brillaron por encima de la tristeza con una luz que no esperaba y que nunca olvidaré. Así que gracias otra vez, espero de corazón que volvamos a vernos algún día. Y, por supuesto, allí donde yo esté, estará su casa.

Al llegar a mi Barcelona natal, todo se me hacía extraño, frío, hostil... Principalmente mi cabeza. Estuve enferma, empapada hasta los huesos de ese tipo de malestar que dejan las grandes decepciones, los momentos en los que por mucho que te muevas no llegas a ningún sitio, y aunque te quedes quieto tampoco hay descanso posible. Ves como la gente va y viene a tu alrededor, y se alegran de tu regreso; pero estás tan frío por dentro, que a penas llegan los ecos de aquel calor y respondes mecánicamente, como desde un trance lejano. Te gustaría desaparecer para siempre, pero no es posible, así que te quedas y esperas a ver qué pasa... A ver si pasa algo mínimamente interesante. Lo he escrito en alguna ocasión; nunca se valora lo suficiente la curiosidad. A veces mata al gato, sí, y a veces esta es la única manera de que el gato en cuestión descubra las vidas que le quedan por vivir.

La luz  fue ganando terreno a medida que pasan los meses, la naturaleza reverdeciendo, y como en el poema de Ana Rossetti, una cree que el corazón a muerto despedazado, hasta que un día se lo encuentra de nuevo dando lecciones desde su inmortal sabiduría. Y poco a poco reconocemos a nuestros amigos de siempre, y entran personas nuevas en nuestra vida, y casi sin sospecharlo, acabamos por descubir que se han ganado un lugar propio en ella... A pesar de los recelos iniciales, creamos nuevas relaciones y nos entregamos a la labor de cuidarlas con toda nuestra pericia, y todas esas torpezas que está en nuestra mano ir limando. Así que gracias, de corazón, a los que siempre habéis estado ahí, y a todos los que habéis ido llegando, en estos meses, a mi vida... Con mención honorífica a la Confabulación Pagana, por supuesto. Entre unos y otros habéis conseguido que este sea, de hecho y contra todo pronóstico, uno de los mejores años de mi vida.


***

Un año en el que hemos vivido muchas cosas,  sobre las que iré escribiendo en futuros posts, pero sobretodo, un año en el que los mensajes han llegado muy claros, aunque me ha costado entenderlos, sencillamente porque no estaba ni mental ni emocionalmente preparada. Y aquí viene el meollo del asunto, de acordarme de cómo empezó el año y de lo difícil que ha sido en algunos aspectos. Necesitaba que mi alma se hiciera pedazos, que mis estructuras se vinieran abajo, que mi lista obsesiva de cosas que yo creía que tenían que cumplirse "sí o sí", obtuviera por respuesta una y otra vez un severísimo "No, de ninguna manera", hasta lograr que me diera por vencida y empezara a contemplar otras opciones.
O, mejor dicho, hasta que viendo el fracaso absoluto de los modelos en los que he sido de una u otra manera educada (convertidos después en autoimposiciones), me diera por una vez la oportunidad de probar un modelo propio de funcionamiento existencial.

Supongo que para algunas personas debe ser algo tan sencillo que a penas merece ser mencionado... Pero para mí ha sido realmente muy difícil apartar los montones de consejos "bienintencionados pero inútiles a la práctica" que siempre han entorpecido mis pasos, ensombreciendo de culpa la necesidad de trazar un camino propio. Y al fin decir que no pienso dar un sólo paso más dando la espalda a aquello en lo que creo, ni gastaré mis energías en cosas a las que no logre ver un sentido; aunque este modo de proceder, como ironizan algunos, me lleve a vivir debajo de un puente. 
No se trata de terquedad; terquedad es intentar ajustarnos por todos los medios posibles, incluyendo los que nos  desgastan o nos dañan, a una idea de nosotros (o de nuestra vida) que no nos corresponde, sólo porque desde fuera nos dicen (y nosotros aceptamos) que debemos ser así. Esto es más o menos lo que he hecho toda mi vida, si no en todos, sí en muchos aspectos de mi vida; y está claro que no ha funcionado demasiado bien.

Hace años que sé perfectamente lo que quisiera para mí; y principalmente tiene que ver con la manera de relacionarme conmigo misma, con los demás y con el mundo que habito, así como con la manera de actuar y reaccionar ante las situaciones que la vida me ponga por delante, buenas o malas. Una de las cosas que se han esclarecido para mí en estos meses es un esquema del que hace ya un montón de años hablaba Wayne Dyer [...Por cierto que un día de estos voy a escribir a favor de la New Age hasta quedarme a gusto, porque, lo adelanto ya, para mí está claro que hay mucho más que aprender de la New Age original, que de las publicaciones que hacen un refrito de lo mismo y le pasan después el filtro "Instagram" de la tendencia esotérica/pagana/brujeril de moda], según el cual, mientras nos preparamos para vivir una vida mágica/espiritual plena, pasamos por tres fases: una en la que la prioridad es tener, otra en la que nuestro motor es el hacer, y por fin una en la que valoramos el ser por encima de las dos opciones anteriores.

Supongo que nuevamente es una de esas cosas que depende de la educación que hemos recibido/aceptado. Por mi parte el tener o no tener cosas, creo que no me ha afectado demasiado (por aquí somos más bien de no tener). Sin embargo, tal vez como reacción a los modelos excesivamente pasivos que me rodeaban, gasté gran parte de mi juventud en entornos en los que se fomentaba la idea de que "cuanto más haces, más vales", hasta caer en la trampa de un sistema en el que se aprovecha la capacidad y las ganas de hacer cosas de las personas como si éstas no fueran más que combustible, y cuando las mismas personas que han dado su trabajo se agotan o se queman, se las desecha como envoltorios inservibles. La parte buena de este entrenamiento desquiciado es que no hay la pasividad heredada, por enraizada que esté, que lo resista (ahora literalmente soy capaz de "hacer cosas" incluso cuando parece que no hago nada); lo malo es que la acción sin conciencia puede anclarnos en la letargia más absoluta, tanto o más que la ociosidad.

Si nos valoramos en función de las cosas que hacemos; el día que hagamos menos, creeremos que valemos menos, y el día que no podamos hacer nada, además de la impotencia nos encontraremos con que nuestra autoestima puede desvanecerse de la noche a la mañana. Esto no significa que sea fácil cambiar de paradigma... A mi me está costando horrores. Así que llegando al corazón del Invierno, ya instalada en mi tierra junto al mar, rodeada de personas a las que quiero y con un montón de proyectos de todo tipo en el regazo, puedo decir que cada uno de los "NO" que he recibido en estos meses ha sido una auténtica bendición que me ha llevado por el único camino que realmente tiene sentido para mí, e incluso he podido ver los primeros frutos de mi nuevo proceder, tan pequeños como las primeras uvas de una vid, que parecen de juguete, pero nos prometen que crecerán con nuestro cuidado y dedicación. 

La ventaja de moverse desde el ser es que aquello que eres se expresa a través de cualquiera de tus acciones; trabajes en lo que trabajes, escribas acerca de lo que escribas; hablando con otros, comprando, saliendo a caminar, viendo una película, jugando con el gato... Implica estar conectado en todo momento con aquello en lo que crees, y con aquello que eres. La dificultad radica no sólo en lo poco que nos cuesta "desconectarnos", sino en lo mucho que nos cuesta creer en cosas realmente positivas para nosotros y los demás. En el entorno pagano es más curioso si cabe, pues puedes encontrar a personas capaces de sacarse una tradición ancestral de la manga elaborada a partir de sus propias filias y fobias, o a individuos capaces de creer que los dioses se preocupan personalmente de cómo les va un examen, una entrevista de trabajo, una discusión con los vecinos;  pero con una visión completamente escéptica acerca de las posibilidades de transformación (a mejor) de una persona común y corriente.

Poniendo las cartas sobre la mesa; yo creo en las posibilidades de las personas, mucho más que en la intervención particular de una divinidad. Creo que la verdadera magia (y la verdadera espiritualidad), no es otra cosa que la capacidad de transformación del ser humano aplicada a uno mismo. Creo que los dioses tienen propios sus ámbitos de acción, y que no están para sustituir a la humanidad en las labores que le son propias. Estoy segura de que no soy menos pagana por ello, y sospecho que si nos hacemos los locos respecto a nuestra capacidad para transformar nuestro universo, empezando obviamente por nosotros mismos, es porque como bien nos ha enseñado la mitología moderna: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad".
Vivimos en una sociedad que ha roto los vínculos entre su corazón, su cabeza y sus manos; y por tanto se ha acostumbrado a usar la imaginación como forma de evasión, en vez de aprovecharla para encontrar soluciones a los problemas que encuentra por el camino. Vivimos en una sociedad que permite la fabricación de semillas estériles, ¿tan ilógico es pensar que pretendan hacer lo mismo las semillas de nuestra mente, nuestras ideas, arrebatarles su capacidad generadora, condenarlas a la esterilidad? 

Estoy convencida de que la única de compensar -al menos parte- esta inercia en la que nos vamos hundiendo cada vez más, es demostrando con el ejemplo que en cada ámbito de nuestra vida se pueden hacer las cosas de otras maneras; no sólo acordes con nuestros principios, sino incluso más efectivas y satisfactorias. Y pienso comprometerme con esta convicción, apostar por ella hasta sus últimas consecuencias. Pero de todas las elecciones que he tenido que hacer en mi vida esta es, con toda seguridad la más significativa, porque implica realmente un salto al vacío: Si me caigo, no sé que haré con mi vida; pero lo cierto es que si sobrevivo, tampoco... Todo a partir de este punto es nuevo para mí. Lo único que tengo claro es que nací para esta aventura, y que gracias a los dioses [gracias sobretodo a esa Eris Postpagana capaz de remover cielo y tierra para sacar del embrollo creado una posibilidad insospechada, y enseñarla con una enorme sonrisa de triunfo al mundo], por fin cuento con los compañeros de viaje adecuados para salir en búsqueda de nuestro particular tesoro, y que no necesito nada más para ser feliz. Así que gracias a todos, y en especial al Witchdoctor que me ayuda a lidiar con las sombras que de vez en cuando tratan de tomar el control (además, por supuesto, de ser el rey de los festejos en cada celebración).